miércoles, 11 de agosto de 2010

Reikiavik

Sólo nombro la ciudad porque estuve en Islandia nada más que dos días, y prácticamente solo tuve la suerte de ver la capital y el lago azul. La isla es de increíbles paisajes, volcánica y húmeda, tierra negra y verdes vivos. Unos contrastes increíbles que se intensifican con las diferentes fumarolas, géiseres y largas puestas de Sol, gracias a sus 18 horas de sol en verano y una noche que nunca acaba de ser del todo oscura.


La capital es sencilla y moderna, sin grandes alardes, de gente amable y sorprendentemente cosmopolita a pesar de su distancia y la población de la ciudad (aproximadamente como la de Albacete), puedes encontrar grandes murales artísticos por las calles del centro, tiene gran cantidad de librerías, bibliotecas, galerías y cafés. Una gran calle central (Laugavegur) donde se aglutinan la gran mayoría de tiendas para turistas y ropa, que lleva desde el mar hasta la catedral más peculiar de la ciudad, que personalmente me recuerda a un transbordador shuttle de la NASA. Las calles son de nombres interminables y los conductores son los más respetuosos que he visto en mi vida.


La electricidad es muy barata gracias a la geotermia de la isla, y los gatos buscan el calor de las alcantarillas a través de sus agujerillos. La gastronomía islandesa no es su fuerte, ya que se basa prácticamente en el pescado ahumado y conservas, por ello tienen gran cantidad de restaurantes internacionales (incluido uno de tapas).


El aeropuerto de Keflavik lo primero que nos enseña es un cartel con la longitud y latitud de donde nos encontramos (64°N). Tiene dos extrañas monumentos/esculturas a su salida, una que nos recuerda a un arcoíris, y otra que es como un huevo gigante de plata del que sale una especie de aleta que se supone que es el ala de un avión que acaba de nacer... ni más ni menos.

El lago azul (blue lagoon), para empezar, es artificial, es decir, que el agua proviene de una central geotérmica colindante al lago, supongo que habrá lagos naturales por lo que se ve en el vídeo que os 'posteo' justo después de este párrafo, pero... al que nos llevan los turistas es a ese. Está todo muy bien estudiado, te dan una muñequera supermoderna para el baño que te da acceso a una taquilla y a entrar y salir del centro, tiene duchas muy bien cuidadas, y además del pertinente minilago tiene saunas, baños turcos, cafetería, solarium y por supuesto una tienda de regalos.


Laugavegur street


Personalmente me resultó mucho más gratificante los 10 minutos andando por el paisaje exterior. Se trataba de roca reciente, se notaba que podías ser el primero en pisar algunas de esas rocas al sentir como se quebraban a tu paso, encima tenía un verde manto de un musgo que a veces llegaba a ser de más de medio metro de grosor, dando la impresión de que andurreabas por un colchón natural gigante. La roca prácticamente la podías arrancar con la mano y era de diferentes formas y colores, y toda ella 'burbujeada' por su reciente formación.

Y no, no vi ninguna referencia a Björk.

Cat from Reykjavík

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